En esta fría y típica noche de desvelo sólo pienso en una cosa, en ti, en el suave calor que irradia tu cuerpo. Ese calor que al mezclarse con el frío viento que entra por la ventana y sentirlo deslizarse por mi espalda, me hace estremecer y temblar de frío. No sólo provoca que mi piel se estremezca, sino que también desata esa llama que arde en mi al sentir lo suave de tu piel rozar con la mía.
Me provoca derretirte con caricias y matarte a besos. Besar todo tu cuerpo como si fuera la primera y ultima vez que lo haría. De deslizar mis dedos por todo tu cuerpo y de besar cada rincón de ti. De hacerlo con la misma delicadeza con la cual se acaricia una rosa, de percibir una hermosura y fragilidad con cada centímetro que de ti recorrro. Sentir como se eriza tu piel al sentir mis labios bajar por tu espalda y terminar en medio de tus piernas. De disfrutar ese pequeño rito que realizó yo en ti al embriagarme con ese dulce néctar llamado "cuerpo de mujer".
Me provoca derretirte con caricias y matarte a besos. Besar todo tu cuerpo como si fuera la primera y ultima vez que lo haría. De deslizar mis dedos por todo tu cuerpo y de besar cada rincón de ti. De hacerlo con la misma delicadeza con la cual se acaricia una rosa, de percibir una hermosura y fragilidad con cada centímetro que de ti recorrro. Sentir como se eriza tu piel al sentir mis labios bajar por tu espalda y terminar en medio de tus piernas. De disfrutar ese pequeño rito que realizó yo en ti al embriagarme con ese dulce néctar llamado "cuerpo de mujer".
Placer de la vida. Pecado de Dios.
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